Tu poema Wörterbücher (Diccionarios), que es también el título de tu colección de poesía publicada en 2019 por la editorial hochroth Heidelberg, trata sobre el lenguaje y su fragilidad. ¿Qué significado tienen para ti las palabras en el proceso de creación de un poema? ¿En qué momento la palabra se abre y pasa a formar parte del espacio poético con sus vacíos y significantes?
Siempre he pensado que la palabra debe ser como una pupila que se dilate al roce de la realidad y que la tarea del poeta es hacer una escritura cazadora, una búsqueda siempre al acecho de lo que está detrás de lo visible, de lo oculto tras de lo cotidiano. Por eso cuándo tomo nota del primer esbozo de un poema me dejo llevar por imágenes más que por ideas, trazos visuales que trato de hacer más nítidos (aunque también más sugerentes para el lector) a través de las palabras y de su respiración en el poema.
¿Cómo tiene que ser una palabra para que se incluya en tus poemas?
Cada palabra aparece como un cuerpo (pues respiran, laten, cargan con sus silencios y me muestran, al elegirlas finalmente, su propio peso y piel). Me apoyo también mucho en la oralidad que es esencia originaria de la poesía. Suelo leer lo que escribo en voz alta para mí y muchas veces me sorprendo cuando, en el poema, el significante acaba desnudando al significado igual que ocurre en la música.
Siempre que leo ese poema me eriza la piel. También leo las líneas como un llamamiento a la humanidad para que no se atrinchere en su propio vocabulario, sino para que entienda el lenguaje como un medio de trascender las barreras lingüísticas, lo que permite un entendimiento más allá de las palabras y las frases. ¿Qué situación o sentimiento detonó la escritura de este poema?
Más allá de la anécdota que dio pie a su escritura (fue un encuentro internacional de poesía en el que me sentí tocada por la lectura de un poeta que no conocía, que hablaba en una lengua que yo no podía entender) el sentimiento que originó este poema fue el de sentir que el poeta lleva consigo una doble identidad de extranjero y testigo. Pensé entonces que el poeta es muchas veces un extranjero de sí mismo y del mundo, alguien que se extraña y busca en la luz y la lucidez de las palabras un poco de orden al caos interior, algo de belleza en el caos del mundo que le rodea.
Los diccionarios son, ante todo, herramientas para traducir un texto a otra lengua, siempre con el peligro de que cambien los significados, de que haya malentendidos. ¿Hasta qué punto confía en la eficacia de la poesía más allá de su área lingüística, por ejemplo, en una traducción de poesía?
Para mí la tarea del traductor es casi la de un funambulista caminando en peligroso equilibrio entre dos orillas que se vuelven precipicios muchas veces. Es una labor que siempre he admirado mucho y por eso mismo en las pocas ocasiones en las que he intentado traducir a otros poetas (más con mi escaso bagaje de otros idiomas) me ha resultado extremadamente difícil.
¿Cuál es la fascinación de una traducción para ti?
Hay un poema de mi libro Papel ceniza (editorial Valparaíso, 2014), titulado Traducciones, en el que llego a definirlas, desde mis propios intentos, como un juego de máscaras, no sin antes hablar de la riqueza y asombro que me aportaron:
Du durchquerst den Wald der Seiten
und ein Wort, eine erhobene Menge,
bringt die Lippen eines Fremden an deine Lippen.
Wie können wir mit dieser vagen Musik,
die in der Ferne klingt, wie in Träumen, versuchen,
andere Knochen zu durchbohren, anderes Chaos
in anderen Texten brennen, ohne sie zu verletzen?
Und wie hebt man fremde Asche auf,
wenn man sie hinterher als eigene erkennt?
Cruzas el bosque de las páginas,
y una palabra, alzada muchedumbre,
acerca hasta tus labios los labios de un extraño.
¿Cómo intentar con esta vaga música
que suena en lejanía, como en sueños,
traspasar otros huesos, otro caos
ardiendo en otras letras, sin herirlo?
¿Y cómo recoger esa ceniza ajena
si después, con asombro, la reconoces tuya?
El poema transmite una gran humildad ante el material poético que está arraigado en el idioma de origen.
Afortunadamente, esta impresión de inseguridad y recelo hacia las traducciones desapareció completamente cuando empezaron a traducir mis poemas, cuando encontré a Geraldine Gutiérrez-Wienken y a Martina Weber que me regalaron la excelente traducción al alemán de mis poemas recogidos en „Wörterbücher“ y también con el encuentro de algunos textos míos traducidos al italiano por los poetas Alessio Brandolini y Giovanna Zunica.
Sigamos con el poema Diccionarios. La última estrofa dice:
In einem kalten Regen erkannte ich
die gemeinsamen Wurzeln unserer Wörterbücher,
ich spürte, wie sie sich vermischten, und es glühte
ein Echo: die Einsamkeit zweier Stimmen
aufgehoben in ihrer Verbindung.
Bajo la lluvia fría vi mezclarse
las raíces comunes de nuestros diccionarios
Y ya solo escuché arder un eco:
Dos voces conjugando la soledad vencida.
El poema adquiere aquí un toque muy personal. También es un poema de amor. Cuando escribió el poema, ¿pensaste también en los muros de su propia lengua?
Toda obra poética es personal, es decir, nos traslada siempre al imaginario, a la huella ideológica y la educación sentimental propia de su autor. Pero siento que, como poeta, no puedo menos que responder con el compromiso de mi mirada (descentrándola de mí misma y tratando de rebasar los límites de mi lengua con una palabra que se abra siempre hacia los otros) y así, mostrar las grietas de la sociedad, hacer rescate de todo aquello que resulta esencial para el ser humano, lo que parece que estamos tan a punto de perder: la libertad compartida y la convivencia en justicia e igualdad.
¿Dirías que la poesía es también un medio adecuado para llevar un mensaje al mundo?
El oficio del poeta es algo solitario, pero el poema es un espacio abierto a los encuentros, un lugar que nace para hacer más habitable la incertidumbre y el dolor.
Algunas personas ven la música como una especie de lenguaje universal que es entendido por todos los pueblos porque habla directamente a las emociones. La pintura y la fotografía también se las arreglan sin traducción. ¿Sientes a veces que el hecho de estar relegada a una lengua es un obstáculo para su propia posibilidad de expresión?
No, no creo que el uso de un solo lenguaje excluya las posibilidades expresivas, pero puede limitarlas de alguna manera. Me habría encantado tener más dominio de otras muchas lenguas y, de hecho, suelo tratar de leer siempre poesía en ediciones bilingües, incluso aunque no conozca el idioma del autor que leo.
Además de la afirmación semántica, los poemas viven de su sonido, que prevalece en un lenguaje que uno no entiende. ¿Dirías que esta falta de comprensión del poema en lengua extranjera también ayuda a que el poema sea tangible más allá de la comprensión intelectual?
Afortunadamente, los poetas siempre nos leemos unos a otros (y nos escuchamos en los encuentros, y ahí la musicalidad inherente al acto poético gana su mejor baza) más allá de las fronteras, de los grupos, de las generaciones, porque la poesía es una experiencia, tanto en escritura como en lectura, integradora, creadora de mestizajes y de riqueza personal, por tanto.
La despedida, la separación, la pérdida… parecen ser temas que recorren tus poemas. Pero al mismo tiempo, siempre reconozco una voz fuerte y positiva que impulsa, anima.
Wage es, die beiden Seiten zu betreten,
die des Lichts und die des Dunkeln.
Atrévete a pisar en ambos lados,
en su cara de luz, también en su tiniebla.
Así reza un verso de su poema „Cenizas“ ¿Voy demasiado lejos si digo que los poemas también trazan la extrañeza que hay en cada uno de nosotros y que desencadena ese malestar que a veces tememos?
El interrogante que más me acucia cuando escribo parte de mi extrañeza ante ese espejismo del yo (más, un yo-mujer). Pero la poesía no responde nunca, no te hace dueño de ninguna certeza, arroja sucesivas preguntas.
Si la poesía no da respuestas, ¿en qué espacios puede entrar?
En cierto modo, escribir poesía para mí es una forma de vivir en la duda, en un constante insomnio para finalmente despertar, no sabiendo qué sea y para qué sirva la escritura. Trato de buscar en ella un territorio de equilibrios y fortalezas desde mi condición de mujer y de conjugar también esos sucesivos yos que veo habitarme y que conforman mi memoria y mi mirada, siempre con la conciencia de que somos fragmentarios.
De acuerdo a su biografía, tengo entendido que también está muy vinculada al teatro. ¿Tiene alguna conexión entre este arte, posiblemente también como fuente de inspiración?
Decía Pablo del Águila, un poeta granadino que falleció muy joven y al que admiro:
Erst wenn man entdeckt, dass Poesie eine Lüge im theatralischsten Sinne des Wortes ist, kann man anfangen, wirklich zu schreiben.
Solo cuando uno descubre que la poesía es mentira en el sentido más teatral del término, puede empezar a escribir de verdad.
¿La poesía como mentira? ¿Cómo se puede entender esto?
Igual que ocurre en el teatro, hay siempre cierto artificio en el poema. Incluso aquel que parece desnudarnos con más intensidad siempre es una paráfrasis de la realidad, donde la anécdota personal es sólo un punto de partida.
Sí, puedo seguir eso. Lo que nos lleva de nuevo a los espacios en blanco. La poesía, con su escasez de palabras, parece particularmente adecuada para hacerse con este escape de la realidad y dejar que hablen a través de ella voces que son más que nosotros mismos.
Por eso quizás, muchas veces, tiendo a construir mis textos levantando una escenografía concreta, dejando que el personaje poético deambule por ella y manejando planos y ángulos de mirada distintos que crean casi escenas teatrales con su nudo-desenlace. El poema sería así una especie de teatro íntimo en el que me expreso bajo el disfraz de unos personajes, asumo una voz-máscara o llego a desdoblarme en varias voces que dialogan.
¿Cómo lo haces?
Siempre he tratado de que sean poemas habitables para el lector, poemas que, partiendo de una anécdota leve, propia o ajena, ofrezcan otras miradas sobre las relaciones humanas, sobre el deseo, el amor y el desamor, sobre nuestras ciudades o nuestra fragilidad.
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