
La última semana de abril tuve la increíble oportunidad de viajar a Buenos Aires por primera vez. Mi viaje a Argentina respondía realmente a la V Escuela de Otoño de Traducción Literaria en el IES en Lenguas Vivas “Juan Ramón Fernández”, en la cual participe como traductora del alemán al español. El taller fueron cinco largos días de intercambio, reflexión y uno que otro chiste léxico bajo la dirección de Martina Fernández Polcuch. Trabajamos con Loses Mappe, un extracto de Hier ist noch alles möglich, la primera novela de la suiza Gianna Molinari, quien nos acompañó en algunas sesiones. También estaba prevista, entre otras cosas, la asistencia a los paneles organizados por la AATI en las VI Jornadas de traducción en el ámbito editorial en marco de la 45.° Feria del Libro de Buenos Aires.
Durante mi visita a la Feria del Libro, al taller de traducción y a Argentina hubo dos temas con los que siempre me encontré (o que, quizá, siempre me buscaron) y no me esperaba: la traducción de lenguas originarias y el uso del lenguaje inclusivo. 2019 es el Año Internacional de las Lenguas Indígenas inaugurado en enero de este año por la UNESCO. A esta iniciativa se le une la FIT celebrando el Día del Traductor bajo el tema Translation and Indigenous Languages.

Por esta y otras razones, las Jornadas Profesionales dedicaron varios paneles a la ampliable relación entre la traducción y las lenguas originarias, constatando así que, el hecho de que el español sea la lengua predominante en Argentina y sirva como factor de cohesión entre sus distintos territorios, no impide que se abran espacios de discusión sobre la traducción de las lenguas originarias que coexisten en el país. Que se haya creado, entonces, una Comisión de Lenguas Originarias en el 2014 no debería ser una sorpresa, pero lo es y una muy grata. Y me sorprende aún más el acercamiento al tema desde tantos ángulos: se tematizaron no solo las dificultades de la traducción de lenguas indígenas, sino los desafíos en la enseñanza, difusión, publicación, defensa y adecuada representación de más de treinta pueblos y aprox. dieciséis lenguas, solo en Argentina.
El lenguaje inclusivo fue la segunda gran sorpresa (dos de tres) de mi viaje; es un tema que siempre divide y polariza, pero que no esperaba encontrar aquí. El papel del lenguaje inclusivo en la traducción (literaria) fue como un guía que me acompañó durante mi estadía y creo que fue algo necesario, porque llevo años evadiendo al lenguaje inclusivo; me resulta(¿-ba?) molesto y llamativo, un punto negro en mi hoja blanca. Pero es imposible huirle al tema en esa ciudad: se usa ya en la calle, en la publicidad y hace parte de todo un movimiento que da voz a las mujeres en diferentes contextos políticos y sociales (véase “pañuelazo”). Está en todas partes. Y eso me gustó.
A más tardar en la presentación de Página impar. Textos sobre la traducción en Argentina: conceptos, historia, figuras, la última publicación de la traductora literaria e investigadora Patricia Willson, me quedó claro cuan ligada están la traducción y el lenguaje inclusivo.

La mesa en el Auditorio Jorge Luis Borges (un nombre con peso) de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno la encabezaban Patricia Willson y las editoras de Ethos Traductora, editorial argentina recientemente fundada por dos traductoras públicas y exalumnas de Willson, cuya primera publicación es nada más y nada menos que El principito de Antoine de Saint Exupéry en lenguaje inclusivo.
Esta elección no es ninguna casualidad, por supuesto. Bárbara Poey Sowerby y Gabriela Villalba definen el proyecto como la obra que mejor ilustra “el hecho de que la traducción siempre es ganancia, nunca pérdida” y elogian el trabajo de Julia Bucci (textos) y Malena Gagliesi y Mariana Zerman (gráficos) como una traducción “a la lengua de hoy, tanto los textos como las ilustraciones: palabra tras palabra, dibujo tras dibujo, trasladamos la actualidad que tenía la obra en la década del cuarenta en Francia a nuestra lengua (argentina, inclusiva) y al lenguaje gráfico actual.” Que esta recopilación de textos académicos, entrevistas, ensayos y análisis de corpus de Willson haya sido publicada por una editorial nueva y pequeña tampoco es casualidad: es un espaldarazo, el reconocimiento a una propuesta editorial que deconstruye discursos y no se incomoda al incomodar. El lenguaje inclusivo es así, gracias a Patricia Willson y Ethos Traductora, también un tema traductológico.
La tercera sorpresa de este viaje fue la Feria como tal. No es que yo tenga cientos de ferias como referencia, pero la Feria del Libro de Buenos Aires ha sido la mejor feria que he visitado (sorry, Leipzig). No sé si fue el arrullo del voseo de los argentinos, la sensación de familiaridad al reconocer cientos de editoriales y sus catálogos, la tranquilidad visual de los pasillos y espacios públicos con poca publicidad o la amabilidad de todos aquellos con los que pude conversar; me sentí en casa. Quizá, la tranquilidad se debía más que todo a que mi visita fue en un día sin acceso libre al público o, quizá, el olor adormecedor de los puestos de empanadas en los exteriores ya me había embelesado antes de entrar a uno de los pabellones. Pero, ya adentro, la amplitud de las exhibiciones y puestos de venta y el hecho de que haya habido puestos de venta terminó por embosillarme.
En esa semana, recorrí los tres pabellones por lo menos durante tres horas hasta descubrir, por casualidad, un recuerdo de mi infancia: la editorial colombiana Norma. Durante la primaria, leí casi todos los libros de sus colecciones Torre de Papel y aún conservo algunos ejemplares de Torre Amarilla (Recuerdo que cada color indicaba para que edad eran —supuestamente— aptos: naranja, roja, azul y amarilla).

En el bachillerato, leí todas las publicaciones de mi colección favorita que había en la biblioteca del colegio: Zona Libre traía (y sigue trayendo) novelas cortas de autores latinoamericanos (y una que otra traducción) para un público juvenil. Novelas de suspenso, criminales y policíacas, negras, sobre fenómenos paranormales. Nada que me quitara el sueño, pero justo la dosis perfecta de misterio a esa edad. En Colombia, la editorial ha perdido fuerza y no es fácil conseguir ediciones de esa época. Que sorpresa encontrar allá, tan lejos de mi casa, los mismos libros que tanto disfruté hace quince años ¡en su novena edición! Casi no logro decidirme, pero compré El abogado del marciano y La venganza de la vaca (dos títulos argentinos aún sin traducción al alemán).
Ya de vuelta a mi segunda casa, pienso y repienso todo y espero que la distancia temporal y geográfica no me haga olvidar los detalles y me eche en cara todo aquello que no vi y me perdí durante esa maravillosa semana en Buenos Aires, la Escuela de Otoño de Traducción Literaria y la Feria del Libro, semana que fue mucho más que eso: fue una visita de campo, un reencuentro con mi lengua, una hojeada al pasado, un abrazo entre el tú y el vos, un ejercicio de traducción en el sentido más amplio de la palabra. Ahora me dedicaré a la (re-)lectura adulta de El abogado del marciano y La venganza de la vaca y espero que al final de estas dos obras que disfruté mucho hace tanto no aguarde la cuarta sorpresa de este viaje.